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Jóvenes y adultos Escuela de Danza Sevilla

Ballet para adultos

Si yo fuera capaz de decir en palabras lo que represento con la danza nunca hubiera bailado.

(Isadora Duncan)

Generalmente, cuando en edad adulta nos dedicamos a actividades placenteras en nuestro tiempo libre, somos inmediatamente conscientes de cuanto todo esto influye en nuestro estado psicológico: nos encontramos menos estresados, tenemos un nivel de concentración satisfactorio, una actitud positiva y mejor capacidad de eliminar selectivamente la atención de pensamientos negativos; en general nos sentimos mejor.

Entre las muchas actividades que se pueden desempeñar, la danza y el ballet clásico representan seguramente una actividad psicofísica que posee un gran potencial de regeneración a múltiples niveles, proporcionando salud, bienestar y conciencia de sí mismo (Bellia V., 2007).

Seguramente muchos adultos pensaran que es demasiado tarde para estudiar ballet, renunciando a la experiencia o acercándose a actividades similares, pero menos estructuradas.

A través de este breve artículo se quieren evidenciar las ventajas no solamente a nivel físico, sino también psicológicas y relacionales que el ballet ofrece al adulto que decide acercarse a la sala de baile. Cierto es que la enseñanza con el adulto exige una organización diferente respeto a la enseñanza en temprana edad, así como otra modalidad comunicacional para la transmisión de saberes y sensaciones, otra definición de los objetivos educativos y análisis de sus estadios y pautas. Es fundamental entonces encontrar profesores y profesoras profesionales y conscientes de estas diferencias a la hora de enseñar, para que esta práctica pueda desarrollar su mayor potencial.

Bailar o, mejor dicho, practicar ballet no es solo una actividad física. Además de ser una forma de expresión artística es un sistema de comunicación que no se expresa con el lenguaje. La Danza puede ser objetivamente considerada como un refinado instrumento de bienestar psicológico que incide sobre diferentes funciones del individuo, interviniendo sobre varios niveles (como el individual y el social) contemporáneamente.

La danza es, antes de todo, una experiencia multisensorial; su ritmo está marcado por estímulos auditivos, visuales, táctiles que la mayoría del tiempo se combinan entre sí.

Además de practicar una disciplina cuyos pilares se basan en equilibrio, ritmo, flexibilidad, armonía etc., el adulto puede aprovecharse de numerosos beneficios en tres aspectos fundamentales para su equilibrio: físico, individual y socio-relacional.

Nivel Físico: antes de hablar sobre las mejorías físicas, tendremos que considerar el baile como una practica continua de sí mismo y del propio cuerpo. El uso consciente y sistémico del cuerpo hace que la persona se sienta mejor en él porque empieza a sentirlo de verdad, aumenta la percepción consciente de las diferentes partes que lo componen que, de lo contrario, quedarían olvidadas y “dormidas” (Krampe J., 2013). Se estimula entonces una capacidad sensorial más sofisticada, permitiendo que el movimiento induzca placer y bienestar (Brown S., Martinez J.M.,Parsons L.M.,2006).

El ballet en edad adulta mejora la coordinación, la tonicidad muscular y la postura mientras que, al mismo tiempo, se potencia la capacidad cardiovascular y pulmonar.

Nivel Individual (nivel neurológico, psicológico, cognitivo): Numerosos estudios      ( Verghese J., Lipton R.B., Mindy J. K., Hall C.B., Derby C.A., Kuslansky G., Ambrose A.F., Sliwinski M. Buschke H., 2003; Krampe, J., Rantz, M. J., Dowell, L., Schamp, R., Skubic, M., & Abbott, C., 2010) ponen de manifiesto como bailar determina un general incremento de las capacidades cognitivas: la memorización de secuencias de movimiento progresivamente más complejas favorece un incremento de las capacidades mnemónicas, de la atención, de la capacidad de concentración y de análisis. La constante atención hacia actividades como el control del equilibrio estático, dinámico o la respuesta cinética, aumenta no solamente la autopercepción corporal sino también la capacidad de concentración; todo esto exige que el bailarín esté constantemente en el momento presente, en un estado de atención activa.

En clase de ballet, procesos mentales y acción motora se alinean y bailar se traduce en el medio a través del cual comunicar, expresar y representar personalmente emociones y sensaciones por medio del cuerpo (Macaluso, Zerbeloni, 1999; Bellia 2001).

Esta afirmación nos lleva a entender la danza como un medio de construcción                                                                      del proceso de conocimiento a través de la acción, caracterizado por una continua                                                              construcción y reconstrucción de un significado que nace del interior para                                                                          ser exteriorizado.

Recordando las palabras de Alexander Lowen (Lowen A., 2003), padre de la bioenergética, en cada postura, actitud o gesto del cuerpo se esconde un lenguaje que anticipa la expresión verbal. Estas consideraciones nos llevan a concebir al individuo en su totalidad (al contrario de la clásica separación mente-cuerpo).

La Danza y el ballet clásico se apoyan en torno a pensamientos, emociones y estilos de comportamiento. De igual manera entonces su práctica puede influir sobre los esquemas individuales de pensamiento y sobre la estructura de la personalidad (Cipolletta, 2004).

De hecho, aprender ballet clásico en edad adulta puede representar un verdadero camino de crecimiento personal, descubrimiento, innovación y superación de sí mismo. A través del movimiento se pueden reconocer, expresar, acoger e integrar facetas de sí mismo contribuyendo a una revisión de nuestra propia autoestima.

Además bailar reduce el estrés y los estados de ansiedad; normalmente estamos acostumbrados a utilizar las palabras para describir y tratar estos síntomas, ejerciendo también un control mental sobre lo que decimos.                  A través del movimiento damos la posibilidad a otras partes de nuestro Yo de expresarse.                                                    Las diferentes fases de una clase de ballet clásico requieren un determinado nivel de concentración, esto permite a una mente inquieta por las obligaciones diarias enfocarse, y entonces descansar de lo cotidiano, mientras está empeñada en la tarea de ejecutar un movimiento nuevo o ir a tiempo de la música. Sin olvidar que, mientras bailamos, nuestro cerebro libera endorfinas, lo cual asegura una sensación de bienestar y euforia (Duman, C.H.; Schlesinger L.; Russell D.S, 2008).

En notar los cambios tanto físicos o en la forma de percibir y ejecutar los movimientos, nos damos cuenta que estos resultados vienen acompañados por un trabajo mental que por último nos ayuda a la hora de gestionar nuestras emociones e incrementar la sensación de control percibido sobre los eventos (Bellia V., 2007).

Componente relacional y social: bailar es una actividad humana practicada desde la antigüedad y desde siempre representa un medio de unión social, un momento de comunión dentro de lo cual las inhibiciones se diluyen en el grupo que las sostiene. El progresivo desviamiento del pensamiento de las tensiones habituales, permite vencer timidez y, poco a poco, limites personales.

En la clase de ballet clásico, el componente social es además un gran soporte para el bailarín, ya que los resultados respeto a los movimientos que ejecuta frecuentemente pueden ser mejorados gracias de un consejo que proviene desde una perspectiva externa (profesor/a o compañeros).

Otra ventaja de practicar ballet se manifiesta en la seguridad que proporciona un conocimiento mas consciente del propio cuerpo, seguridad que se refleja en diferentes situaciones sociales y laborales.

BIBLIOGRAFIA: